Hace unos días, al igual que yo tres semanas antes, mi amigo I cumplió 35 años. Hoy me voy a permitir compartir con ustedes una interpretación libre de un fragmento de la conversación que mantuvimos cuando lo llamé para felicitarle. Las conclusiones las dejo para ustedes:
—Bienvenido al club de los 35. ¡Felicidades!
—Muchas gracias. Después de tres semanas de ventaja parece que ya he vuelto alcanzarte en nuestra competición por ver quién cumple antes.
—Hombre, no sé, la competición la tendrás tú conmigo. Yo no intento ganarte.
—Es que siempre vas por delante.
—Haber nacido antes. Y, en realidad, sólo debería preocuparme el año en el que consigas adelantarme. Y creo que para entonces no habrá nada que me importe.
Tengo la impresión de que, en el fondo, siempre le ha molestado que, con 18 años recién cumplidos yo pudiese votar en las elecciones de 1996 —que se celebraron el 3 de marzo— y él, por tan solo tres días, no.
Eso, y el hecho de que a lo largo de mi vida universitaria he acumulado más Matrículas de Honor que él. Aunque se empeñe en decir que las de Periodismo no cuentan para el cómputo, la realidad es la que es.
